martes, 29 de junio de 2021

TENGO UN SOBRINO…


Hace mucho tiempo, trabajando en mi propia agencia de publicidad, un cliente me preguntó cuánto le costaría que hiciéramos un logotipo y al comunicarle el precio, me dijo: ¡Tanto…!  Yo tengo un sobrino que dibuja muy bien y él no me cobraría eso, incluso, me lo haría gratis…”; mi respuesta fue inmediata y le respondí: “¿Por qué no le da el trabajo a él?” …

Tal vez esa respuesta fue la que hizo que poco después, perdiéramos la cuenta. El cliente se fue con su producto y su “música” a otra parte…

Ahora, que rememoro este hecho, me río y pienso en que muchas veces, quienes creen tener “la sartén por el mango”, se queman con el aceite hirviente; de pronto, mi respuesta no fue lo más “polite” del mundo y hubiera sido mejor si le ofrecía trabajo a su sobrino dibujante y de paso “amarraba” la relación con el cliente, pero me salió del alma lo que dije, porque siempre pienso que cuando te dicen una tontería, no te puedes quedar callado, ni ser diplomático y menos en una relación que se considera profesional …

Me parece errado ese concepto que pregona que “el cliente SIEMPRE tiene la razón”, porque retrata una situación de sumisión entre quien presta el servicio (o vende) y quien lo recibe (o compra), que me parece inaceptable. Debería ser una situación de igualdad, de intercambio, en el que una parte ofrece y da y la otra recibe y acepta o no lo hace y si esto último sucede, tendría que exponer sus razones para la negativa. Esto es un poco utópico, porque la “razón” mayormente invocada es el “gusto”: “No me gusta”.

No me gusta” y punto, porque “yo soy el cliente” (alguna vez me lo dijeron así…); es precisamente, dicho así o más o menos parecido, la “razón de la fuerza”, la que denota que la relación cliente-agencia, es asimétrica, con el lado ancho del embudo, ya sabemos para quién…

No se trata de creerse un genio, pero respetos guardan respetos y como le dije a un cliente un día: “Yo hago publicidad y tú golosinas, ¿qué te parece si tú haces publicidad y yo golosinas…”

 

 

Imagen: alamy.es


 

martes, 22 de junio de 2021

ENGAÑAMUCHACHOS

 

Recuerdo muy bien la tira cómica “Mafalda” del genial Quino, en el que Felipe, el amigo ingenuo de la protagonista, está delante de ella, con las manos atrás, diciéndole algo así como “¿Viste ese anuncio que te ofrece esa maravilla grandiosa, inmensa, eso nunca visto antes…? ¿Eso que siempre deseaste tener…?” Y Mafalda, entre curiosa y animada dice: “¡! ¡!”, para que Felipe le muestre lo que tiene escondido detrás y que es una pequeñez, una cosita mínima, diciendo “¡Pavada de maravilla la que te venden…!”.

El texto no es exacto, porque no me baso más que en mi recuerdo, pero siendo publicista, me impresionó mucho. ES ESE TIPO DE HUMOR QUE TE HACE PENSAR…

Esta pieza gráfica, este cómic, encierra una gran verdad, que por supuesto, no es extensible a TODA la publicidad, pero da cuenta de un pensamiento muy común acerca de ella y que es alimentado, desgraciadamente, por eso que es la mentira o la media verdad de la que algunos productos o servicios, se valen para engatusar o, digámoslo claramente, estafar a incautos consumidores…

Muchas veces, la exageración publicitaria, traspasa esa fina línea que divide a lo cierto de lo falso, por su afán “engrandecedor”, que no hace otra cosa que engañar a un público que cree en lo que se le está diciendo y ofreciendo, porque, de entrada, no tendría razón para dudar…

La publicidad se basa y debe basarse en LA VERDAD y negarse rotundamente a ser mentirosa o ambigua. No se trata de resaltar los defectos, que todo servicio o producto tiene, pero tampoco de escamotear la realidad, ocultándolos deliberadamente…


La mala fama que tiene a veces la publicidad –demasiadas, diría yo- tiene su origen en esas acciones que pecan de escamoteadoras de la realidad y son esencialmente dolosas. “
Vender gato por liebre”, no es publicidad. Eso es un delito y punto.

 

 

Imagen: holatelcel.com