A veces se piensa que el profesor es “buena gente”, sonríe mucho y de pronto, a la hora del examen resulta ser “un maldito desconsiderado” uno que sí, sonríe, pero la sonrisa es malévola y seguro que se frota las manos …
Sucede que el examen es “bien difícil” y no concuerda para nada con la imagen de “patita bonachón” del profe, el que se ríe con las bromas de los estudiantes y las festeja …
El profe “amigo” se convierte en una especie de verdugo traicionero, que con cinco preguntas va a ajusticiar a la clase entera …
“Seguro que estará gozando”, piensa la mayoría, esa mayoría que no se da cuenta de que el profesor puede ser buena persona, pero que su misión es enseñar y si de paso hace amigos, mejor que mejor …
Se suele confundir la amistad con la permisividad y claro, cuando llega “la hora de los loros”, las sonrisas estudiantiles se transforman en crujir de dientes, murmullos de desaprobación y miradas de odio …
Desde
entonces, la percepción cambia, las notas confirman ese cambio y después de la
amable “charla post notas” del
profesor (ya no el “profe”) en el
aula, la mayoría se hace, a regañadientes, el firme propósito de estudiar,
salvo claro, los dos o tres a los que les decían “chancones” y que sabían que a la universidad se va a hacer amigos,
claro, pero que el principal quehacer, es estudiar …
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