El
título es un refrán archiconocido y muy usado, que dice que hay que “hablar”
–léase “dialogar”-, porque cuando se hace una perorata individual, si alguien
la escucha, no implica necesariamente una respuesta …
Quien
escribe para publicidad, emite comunicaciones que son recibidas por un público
determinado y la respuesta de este, no es precisamente un diálogo con el
comunicador (a no ser que alguien del público comente en alguna red social como
Twitter y establezca uno con el comunicador, o en el peor de los casos lo
insulte, lo que no implica por cierto diálogo alguno), sino que puede
observarse por medio del éxito del producto o servicio publicitado (algo así
como los “likes” que se dan en ciertas redes sociales) y que equivaldría a una
respuesta positiva del público, pero que tampoco se prolonga más allá de las
recompras si lo publicitado tiene éxito …
Es
que, en el fondo, lo que hace quien escribe publicidad es hablar, sí, para que
“la gente” lo entienda, sí, y lo hará con el conocimiento que tiene o ha
adquirido acerca de las características de esa “gente” o público objetivo; sin embargo,
es un “hablar” solitario, confiando en que lo que diga, será bien recibido,
atrayendo y produciendo reacciones positivas …
Es
verdad que hablando se entiende la gente, pero tiene que escuchar ese
hablar y establecer un diálogo para entenderse y es que “entiende”, no
significará que se esté de acuerdo con todo; recordemos si no, aquél “conversar
no es pactar”, célebre frase del político peruano Ramiro Prialé.
Esto
es muy importante, ya que supone “optar”, “escoger” y allí está el quid del
asunto. Lo comunicado debe ser convincente de manera tal, que signifique la
aceptación de algo y francamente, eso no sucederá si no conocemos las
características de aquellos a quienes nos dirigimos.
Todo
comunicador, sea publicitario o no, lo sabe. O debería saberlo…
Imagen: www.facebook.com
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